La primera vez que miras unas zapatillas minimalistas las ves raras.
No es como un calzado convencional.
Resalta a la vista que son anchas por delante. Y aunque esto parezca raro son iguales a nuestros pies.
¿Qué ha pasado?
Te parece normal que los guantes tengan forma de mano.
Que los cascos tengan forma de cabeza.
Que los pantalones tengan forma de piernas.
Pero el calzado tiene que acabar en punta.
¡Con lo bonita que es la forma de los pies!
Un simple ejercicio visual.
Descálzate y pon el pie al lado de cualquier calzado.
¿Ves alguna diferencia?
Lleva delante de las narices muchos años y lo hemos pasado por alto.
El calzado convencional no tiene forma de pie.
Es más, son los pies los que tienen forma de calzado.
Entiendo que somos animales de costumbres y son difíciles de cambiar.
Pero ya es hora de aceptar el error.
La forma del calzado convencional no es la correcta.
No deja al pie moverse libremente.
Lo enjaula y lo limita.
Lo coloca en posiciones que no corresponde con su anatomía y provoca compensaciones en el resto del cuerpo.
Nuestros pies, al igual que todo el cuerpo, necesitan moverse.
Es lo que han hecho durante miles de años.
Son fruto del movimiento.
Si necesitaras pies rígidos la evolución te habría dotado de ellos.
Pero no.
Tenemos 33 articulaciones en cada pie y están allí por algún motivo: para moverse.
Si no le das el estímulo, se atrofian.
Si no lo usas, se pierde.
¿por qué haces esto? ¿tus pies te parecen feos?
Igual que guardas la ropa que no te gusta en cajas, tratamos a los pies.
Y nos olvidamos de ellos hasta que empiezan a doler.
Es entonces cuando pensamos vienen mal de fábrica.
Defectuosos.
Sin pararnos a pensar los años que llevan encerrados en los zapatos.
Por eso te digo:
Libera tus pies.
Enamórate.
Y aprende de ellos.
Solo entonces entenderás más tu cuerpo.
Todo a través de tus pies.
“Nada en biología tiene sentido si no es a la luz de la evolución”, Theodosius Dobzhansky.
