Tú, que lees este blog.
Tú, que un día decidiste probar un calzado diferente.
Te autoetiquetas como minimalista.
Como descalcista.
O, más cool aún, como barefooter.
Incluso puede que estés por encima de las etiquetas.
Las etiquetas son para seres inferiores.
Tú estás por encima de esas superficialidades.
Te pasaste a la tribu de los drop 0.
Abrazaste las costumbres de los suelaflexibles.
Eres el “zapatos de payaso” en tu grupo de amigos.
Los tacones te parecen un atentado contra la naturaleza.
Tienes casi la misma habilidad en los pies que en las manos.
Incluso te empiezas a plantear comer con ellos.
Pues te voy a decir algo.
No estás solo.
Ni tampoco estás loco.
Bueno, puede que un poco sí.
Eso de comer con los pies…
Pero hay más personas como tú.
Somos muchas las que renegamos de lo convencional.
Las que creemos que los pies están mejor libres.
Por eso tenemos un deber.
Tienes un deber.
El clan de los dedosanchos te necesita.
La sociedad debe saber lo que sabemos.
Las personas merecen ser libres.
Deben conocer las bondades del calzado minimalista.
Tu deber es enviar un mensaje.
Y este debe ser contundente, directo y claro.
Como un golpe en el dedo del pie con la mesita de noche.
No basta con predicar con el ejemplo,
con usar calzado minimalista.
Necesitas ir más allá.
Es por el bien de la humanidad.
Debes descalzarte a todas horas.
En todas las circunstancias.
No importa que esté nevando.
Da igual si vas a una fábrica de chinchetas.
O a la de cristales rotos.
Ni siquiera si vas a la de Lego.
Tus pies deben ir libres.
Sólo así conseguiremos el verdadero cambio.
El cambio que la sociedad necesita.
Puedes seguir dando la turra a familiares y amigos.
Explicarles los beneficios del barefoot.
Mostrar la ciencia que hay detrás.
Pero lo importante es que lo vean.
Que te vean vivir como un auténtico sapiens.
Sólo de esta manera conseguiremos una sociedad mejor.
Una que no dependa de la industria del calzado.
Una que se cuestione lo establecido.
Una que entienda cómo funcionan sus pies.
La sociedad de los pies sucios.
Descálzate y sal a la calle.
Vete a dar un paseo.
Canta con todas tus ganas.
Para que todo el mundo reciba el mensaje.
Y si escuchas la sirena de la policía vuelve a casa.
Es la señal.
Tu mensaje ha sido escuchado.