La mayoría del tiempo me creo muy listo.
Más que la mayoría.
Pienso que “yo no soy como los demás”.
Que vivo una vida consciente.
Pero en realidad me pasa como a todos.
También te pasa a ti.
Vivimos en nuestras cabezas.
Piensas que tu “yo” es lo que hay detrás de tus ojos.
Tu cuerpo es un medio de transporte para tu cerebro.
Sí, hay momentos en los que eres consciente de tu cuerpo.
Pero son momentos puntuales.
Cuando entrenas seguramente.
Pero el resto del día vives de cuello para arriba.
Tienes un Sistema Nervioso (SN) que recorre todo tu cuerpo.
Hay unos núcleos que se podrían llamar “más importantes”.
Están en tu cabeza y en tu columna.
Son lo que se llama el Sistema Nervioso Central (SNC).
Pero también hay un Sistema Nervioso Periférico (SNP).
El que está por el resto del cuerpo.
Del que te olvidas cuando vives “aquí arriba”.
Y hay otra cosa curiosa.
Cuando decimos que el SNC es el más importante.
Esa conclusión la ha sacado el propio SNC.
No me parece muy de fiar esa afirmación.
Muchas veces comparamos nuestro organismo con una máquina.
Pero hay algo en lo que no se parecen en nada.
Una máquina se deteriora con el uso.
Tu cuerpo refuerza lo que usas.
Hasta cierto punto se vuelve eficiente en hacer lo que repite.
Por eso al entrenar mejoras tus capacidades.
El SN funciona de la misma manera.
Es como una red de carreteras por la que viaja información.
Por todo el cuerpo.
Estas carreteras se mantienen y se mejoran cuando las usas.
Igual que tus músculos.
Pero se deterioran al ser poco transitadas.
También igual que tus músculos.
Ya hemos dicho que vivimos en nuestra cabeza la mayor parte del tiempo.
Eso quiere decir que hay carreteras que se usan menos.
En este caso las que van por todo el cuerpo (SNP).
Algunas tienen baches, están agrietadas y con hierbas.
La información viaja lentamente por estas.
Hay unas carreteras que creo que son las peor paradas.
Las que van a los pies.
¿Por qué?
Hay dos motivos principales.
El primero es que son los más alejados del SNC.
Cuanto más lejos menos caso les haces.
El segundo es el entorno pobre en estímulos en el que viven.
Sí, vuelvo a la carga con el calzado convencional.
Las carreteras que van a los pies están muy abandonadas.
Como las de un pueblo de montaña aislado.
La información viaja lentamente hacia ellos.
Cuesta darles órdenes precisas.
Pero también viaja lentamente de vuelta (hacia el SNC).
Cuesta saber qué nos dicen.
Todo eso se traduce en diversos problemas.
Pérdida de destreza, fuerza, movilidad…
Una sensibilidad y adaptabilidad pobre.
Y esto lleva a otras consecuencias.
Falta de equilibrio o de coordinación.
O los típicos males de los pies.
Fascitis, pies planos, juanetes deformados…
Pero hay algo positivo en todo esto.
Me gusta ver el vaso medio lleno.
Lo que peor se te da es donde hay más margen de mejora.
Y eso, en parte, es algo bueno.
Es el aspecto más fácil de mejorar.
Con poco que hagas conseguirás mucho.
Y será difícil ir a peor.
Todo esto tiene solución.
Y seguramente ya la intuyas.
Puedes reparar esas carreteras que van a tus pies.
Simplemente enviando y recibiendo información.
¿Cómo?
Primero descalzándote.
Eso ya hará que los pies reciban más estímulos.
Luego jugando.
Prueba de hacer cosas con los pies.
Coger objetos.
Hacer equilibrios.
Mover los dedos.
Lo que te parezca.
Algo que haga circular información por las carreteras.
Para promover su reparación.
Aunque no es lo único que sacarás en positivo.
También mejorarás lo que he comentado al principio.
Por un rato dejarás de vivir “aquí arriba”.
Te centrarás en cosas “menos importantes”.
Estarás actuando en lugar de pensando.
Y eso está bien hacerlo de vez en cuando.