¡Espalda recta!

¿Has escuchado eso alguna vez?

Estoy seguro que sí.

Y casi podría afirmar que al leerlo has hecho una pequeña (o no tan pequeña) corrección a tu postura.

Es como un mantra que resuena en la cabeza de muchas personas.

Aunque hay más.

Rodillas hacia fuera o barbilla alta son otras que me vienen ahora a la mente.

Te importa tu postura.

Intentas hacerlo lo más correcto posible.

Para evitar lesionarte.

O porque simplemente te gusta hacer las cosas de la manera correcta.

¿Pero no crees que estamos intentando empezar la casa por el tejado?

¿No crees que deberíamos ir a la causa del problema?

Me explico rápidamente.

Creo que la mala postura es simplemente un síntoma.

Igual que puede serlo un dolor de cabeza.

La causa puede estar perfectamente en otro sitio.

Y esa causa no desaparece cuando alivias el síntoma.

En este caso, cuando corriges la postura.

Como sociedad tenemos un problema.

Solemos centrarnos mucho en el síntoma.

En aliviarlo. En taparlo.

Viendo el síntoma como algo malo. Como algo a evitar.

Cuando la realidad puede que sea otra.

Ese síntoma es una señal.

Es un indicador de que hay algo que no va del todo bien.

Y es ese “algo” lo que debemos mejorar.

Ser consciente de tu cuerpo es un gran paso.

Centrando la atención en tu higiene postural consigues mejorar esa consciencia.

Pero considero que sólo con mejorar tu higiene postural no vas a conseguir gran cosa.

Es sólo un parche temporal.

Si quieres un cambio necesitas ir a la causa original.

¿Qué es lo que te provoca esa mala higiene postural?

Los estímulos a los que te expones cada día.

No son los que tu cuerpo “espera”.

No son los que han moldeado tu anatomía durante toda la evolución.

Tu cuerpo es una máquina de adaptación increíble.

Le proporcionas unos estímulos y él se adapta.

Le privas de unos estímulos y él se adapta también.

Piensa en los estímulos que ha recibido tu cuerpo durante toda tu vida.

Los movimientos que has hecho y posiciones que has adoptado.

Si yo tuviera que destacar una posición sería la de sentarse.

En una silla, en el coche, en el sofá, en el autobús…

En mi caso esa posición gana por goleada.

La de estar tumbado no la cuento, claro.

Si eres como la mayoría de personas seguro que tu caso es parecido al mío.

Nos hemos sentado durante horas en el colegio.

En el instituto también.

Los desplazamientos en cualquier vehículo los hacemos sentados.

Y puede que hasta en el trabajo estés sentado.

Suma todas las horas de tu vida que has estado sentado.

Luego compáralas con las horas que pasas intentando corregir tu postura.

Hay un claro ganador.

Y eso pone en perspectiva la situación.

Es necesario eliminar o reducir el estímulo que genera la adaptación.

Así tendrás más posibilidades de decantar la balanza hacia el otro lado.

Pero sentarse no es más que un ejemplo.

Puede que sea el más importante.

Aunque sólo uno de los muchos estímulos modernos incoherentes con nuestra biología.

Usar calzado rígido, con talón elevado y estrecho. Ese es otro.

Colgarnos poco e ir poco al suelo.

Nos podemos ir también a otros ámbitos no relacionados con la postura.

Comer ultraprocesados.

No pasar ni frío ni calor.

No exponernos a la luz del sol.

La lista es larga.

Hay una conclusión a todo esto.

Puedes seguir corrigiendo tu postura o poniendo otros parches.

Pero entiende que deberían ser soluciones temporales.

Pequeños arreglos que haces mientras te centras en lo importante.

Buscar esos estímulos que como humanos necesitamos.

Muévete más. Frecuencia, diversidad y complejidad.

Descálzate más (o usa calzado minimalista).

Come mayoritariamente alimentos poco procesados.

Pasa algo de frío en invierno y algo de calor en verano.

Sal fuera. Báñate de luz natural. Y por la noche apágalo todo.

Así conseguirás arreglar esos desajustes y tener un cuerpo funcional.

Vuelve a lo natural.

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