Necesitas protegerte.
Con la chaqueta cuando hace frío.
En el coche con el cinturón.
Rodilleras para patinar.
Y con guantes para arreglar el jardín.
Piensas de forma binaria: esto o aquello.
Como el resto de personas. Clasificamos las cosas en dos grupos. En dos extremos.
Hay alimentos que engordan y que adelgazan,
ejercicios correctos e incorrectos,
personas buenas y malas,
objetos útiles e inútiles…
Pero en el fondo hay vida entre los extremos.
En realidad es donde hay más vida.
Volviendo a la protección.
¿Es necesaria? sí.
Pero ¿cuánta?
En su justa medida.
Porque hay un precio a pagar.
Hablemos del calzado.
Su función es protegerte.
Del frío, de golpes, de rasguños, de clavarte algo…
Y esa protección tiene un precio.
Uno de ellos es la pérdida de sensibilidad.
Si pones una suela bajo tus pies estás reduciendo la información que recibes del suelo.
Otro es la pérdida de movilidad.
Una suela rígida limitará la capacidad de movimiento de tus pies.
A corto plazo son pequeños inconvenientes, nada más.
Pero a largo plazo tus pies irán perdiendo su función.
Al no exponerlos a distintas superficies se volverán muy sensibles.
A la vez que perderán la capacidad de adaptarse a distintos estímulos.
Al estar limitados en movilidad, se volverán rígidos.
Y todo eso por querer protegerlos, sobreprotegerlos.
La cantidad y la gravedad de los peligros dependen del ambiente.
No hay el mismo peligro en tu casa que en un taller de carpintería.
Por este motivo no es necesaria la misma protección en todos los entornos.
La cantidad la eliges tú.
Es un tema personal.
Valorando las ventajas y los inconvenientes.
Personalmente, pienso que debemos proteger, pero no sobreproteger.
¿Por qué?
Porque mejorarás dos cosas:
- La primera, tu consciencia corporal.
Al reducir la protección dependes más de tus habilidades.
Dependes de la atención que pones en lo que estás haciendo.
- La segunda, tu confianza a la hora de tomar decisiones.
Cada pequeño riesgo es un desafío para tu mente.
Superarlo supone un incentivo para ella.
Igual que pasa con l@s niñ@s.
La sobreprotección tiene efectos negativos a largo plazo.
Como siempre, la balanza entre protección y riesgo es personal.
Tú decides hacia dónde se inclina.
Que nadie lo decida por ti.