En el artículo “Cómo correr descalzo”,  Ken Bob nos expone una serie de conceptos para comenzar a correr descalzos. Es un buen punto de partida para los que se inician en este denominado arte, pero como reza el refrán, cada maestrillo tiene su librillo y depende mucho de lo que leas o de quién te instruya, para comenzar el aprendizaje.

He observado que a pesar de que los alumnos afirman estar totalmente convencidos de querer correr descalzo, en sus cabezas siempre ronda un ápice de duda. No es escepticismo, sino más bien desconfianza provocada por el marketing descomunal y agresivo de las grandes compañías que fabrican zapatillas amortiguadas y recomiendan aterrizaje de talón.
¿Será verdad todo lo que dicen sobre correr descalzos o con zapatillas minimalistas? Es la típica pregunta que suele rondar sus cabezas.
Sólo el tiempo podrá darle respuesta y ratificarle que, definitivamente deben correr descalzos o en su defecto utilizar la misma técnica con zapatillas sin amortiguación.

En mi caso concreto cuando alguien me pide que le enseñe la técnica para correr descalzo siempre me planteo la misma pregunta. Empiezo con la teoría o con la práctica. Pues como solución salomónica elijo una postura intermedia. Ni mucha teoría, ni tampoco directamente con la práctica.

Lo primero que hago es demostrarles que el talón no está hecho para amortiguar. Calzados con sus megas zapatillas (con más tecnología que la nave de un astronauta) les hago saltar y caer sobre sus talones. La sacudida no se hace esperar y su cuerpo tiembla como el sonajero en la mano de un bebe. Ante la mirada atónita, llega el momento mágico, cuando sus dudas se alejan en esta primera toma de contacto. Les hago repetir el mismo ejercicio, pero esta vez no caen de talón, sino con la parte delantera del pie, el antepié. Ante la suavidad del gesto, la sonrisa ilumina sus caras. Se han visto flotar, por un instante se sintieron auténticos felinos de la naturaleza.

aterrizar de talónaterrizar de puntillas

¡Ya está! Se rompen las barreras sicológicas y abren su mente. Ahora están preparados para sentir su cuerpo.

Después de este primer apunte técnico-experimental, llega el momento de meterlos directamente en la práctica y que se quiten las zapatillas. Algunos están tan emocionados que tiran lejos los calcetines sin pensar en lo frío o caliente que puede estar el pavimento; otros se los dejan puestos, pero ante la mirada inquisitiva se los quitan dudosos.
Sólo un pequeño comentario: correr despacio, pero tenéis que hacerlo como si el suelo quemara.
Cuando empiezan a correr te miran con incredulidad y sin creérselo todavía te atropellan con mil preguntas. Se les ve contento, más bien alegres; jamás se les paso por la cabeza correr descalzos, abandonar casi medio kilo de tecnología “marketerizada” y ponerse a correr como si de niños se tratarán. Y ciertamente así se comportan en esa primera vez. Vuelven a su remota infancia y se sienten rápidos y ligeros.
Llegado a este punto no aporto más teoría, aunque siguen reclamándola. Simplemente los dejo disfrutar con sus sensaciones y a su vez disfruto viendo desaparecer su rictus dubitativo.

Pasados unos minutos introduzco un nuevo apunte, les hago notar el ruido que producen al correr. Aquí viene bien que se calcen de nuevo las zapatillas, para que el ruido sea más audible. Hay que evitar el arrastre del pie una vez que aterriza en el suelo; no se debe empujar con los dedos. Para esto me suelo ayudar de un áspero pavimento. La sensación que transmite este piso es más fácil de leer por los órganos sensitivos de sus plantas dormidas. Además, sus delicadas pieles no aguantan mucho la mala técnica y pronto se quejan de molestias en los pies.
Algunos consiguen evitar el ruido y se mueven como mariposas, suaves y silenciosos.
Un nuevo aborde de ilusión refleja su cuerpo. Se desplazan descalzos, sin dolor y con la sensación de volar sobre la tierra.

Hay gente que no lo consiguen en el primer día. Su zancada es un poco más larga y les cuesta ir despacio. Están tan emocionados que la adrenalina acelera sus cuerpos. También los hay quién aterriza con los dedos. Suelen forzar el aterrizaje del pie y no pueden establecer comunicación con su cuerpo y con el terreno por donde discurren.

Con esto finaliza la primera toma de contacto, ahora sólo queda que lo experimenten una y otra vez, hasta que sus pies despierten totalmente del letargo. Ya habrá tiempo para refinar la técnica y depurar el movimiento hasta conseguir que el desplazamiento en el espacio sea armónico y bello.

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