Debe ser duro sentir la frustración de una lesión, esa que acontece cuando menos te lo espera, justo cuando más en forma te sientes. La misma que romperse antes de la prueba objetivo, a la que tanto tiempo, cariño y dedicación le has dedicado. Pero si hay una situación que supera en dureza mental a ambas, es encontrarse en una de ellas y que un libro con título «Nacidos para Correr» caiga en tus manos.
¿Nacidos para correr? ¡Pero si sólo hay que darse una vuelta por la línea de salida de cualquier carrera popular y afinar el oído! Los temas son siempre los mismo: me duele aquí, tengo la rodilla tocada, me duele en la espinilla, ¡eso es periostitis! contestará otro, así hasta repasar toda la anatomía humana, con un grado de conocimiento tal, que ya lo hubiera querido para si el mismísimo Leonardo.
¿Cómo puede ser posible? Seguramente el título sólo intenta captar al lector, o bien una ironía graciosa para una vez dentro descubrir historias divertidas de atletas lesionados.
Pero la sorpresa mayor es cuando palabra a palabra el autor te inunda en historias de super atletas que correr con sandalias cientos de kilómetros; cuando McDougall se vuelve un diablillo en tu hombro, y te hostiga con datos científicos, argumentos y comentarios de entrenadores contra las zapatillas amortiguadas, con tanto sentido común, que hasta duele.
En ese momento, no es raro que la imagen de Bikila corriendo descalzo la Maratón de Roma vuelva a ti para darte un ‘zas’ en toda la boca. No hay más ciego que el que no quiere ver. Nacidos para correr.
Muchos dirán que el barefoot, minimalismo o descalcismo no es para todo el mundo, pero por favor, déjenme elegir, que sea yo el que se equivoca sabiendo los pormenores de los dos mundos. No traten de confundirme, no me disfracen de tecnología un trozo de caucho y no entierren a una parte de mi: mi sentido común y a mis pies.