2ºC Vicente Henares Paque. Texto

EL PLACER DEL MINIMALISMO.

En la actualidad se habla mucho, y más aun se escribe, de la forma de correr minimalista. Paralelamente a su expansión, seguidores o detractores esgrimen mil y una razones para llevarse el gato al agua y demostrar quién tiene razón. Pero pensándolo fríamente, ¿a quién le importa?

Los que aparte de correr nos dedicamos a otra cosa, es decir, que somos corredores populares, corremos por placer y precisamente eso es lo que hemos de buscar, EL PLACER.

Para sufrir ya se nos presentan diariamente mil y una ocasiones: dificultades en el trabajo, ojear el extracto del banco, encontrar un lugar para aparcar el coche o ir a casa de la suegra. Pero para disfrutar, no tenemos tantas oportunidades y hemos de sacar el máximo provecho a las pocas con que contamos; entre ellas, la carrera.

En un pasado no muy lejano, poco a poco, sin darme cuenta, me fui volviendo masoquista en esto del correr. Cuanto más sufría, cuanto más me dolían las piernas, más satisfecho volvía a casa. Era la mentalidad del kamikaze. Me estaba inmolando en cada zancada buscando la superación atlética, y lo único que encontré fue la autodestrucción. El dolor se hizo habitual en mí y lo veía como algo complementario y obligado unido al correr. Era lógico. El taloneo provocaba un combate diario entre mi cuerpo y el suelo donde, lógicamente, perdía el contendiente más débil aflorando sus lesiones.

Ahora me pasa todo lo contrario, corro por y para disfrutar sin seguir patrones ni planes preestablecidos. Corro cuando tengo ganas y el tiempo que me apetece. Sin embargo, en las competiciones he mejorado los resultados sustancialmente y, lo que es más importante, mis sensaciones son brutalmente satisfactorias.

Los comienzos, como en todo, tuvieron su dificultad pero mereció la pena. Tuve que estar un tiempo retirado de las carreras. Entrenando se me cargaban gemelos y soleos, y los metatarsos protestaron en más de una ocasión; pero fue consecuencia de la inexperiencia y sobre todo de la impaciencia. Primeramente, no hice progresión y desde el primer día quería correr el mismo tiempo que hacia anteriormente, sin haber esperado a que el cuerpo se adaptara al nuevo modo de marcha. Después, exageraba sobremanera la zancada de “puntilla” o metatarso y esto me provocó la mayoría de contrariedades iniciales. Con el tiempo la pisada se fue volviendo más relajada y natural, mas horizontal, y con ella llegó el bienestar y la, tan ansiada, serenidad.

El minimalismo me aportó un proyecto ilusionante, algo de lo que hoy estamos escasos. Vivo en un continuo y agradable devenir, en una constante ilusión por mejorar la forma (no física) y la técnica. Desde que comencé he probado bastante; mejor dicho, siempre estoy probando, materializando algo que entiendo como la esencia de esta forma de correr: la mejora constante, el camino hacia la perfección.

Mi forma de correr ahora, vista desde la acera, no es tan espectacular. Ya no tengo aquella zancada amplia hacia adelante cuan caballo jerezano avanzando con paso andaluz, pero la actual es mucho más eficiente.

Mis pies también me lo agradecen bastante. Ya pueden respirar, vivir con libertad.

Actualmente no corro descalzo, solo lo hice en los comienzos y en ocasiones incluso con calcetines. A mí particularmente me gusta llevar zapatillas que pasen desapercibidas porque odio dar tantas explicaciones. Comencé utilizando zapatillas adaptadas por mí mismo, a las que les quitaba todo atisbo de amortiguación, pero no era lo ideal y no las podía usar sin calcetines porque las costuras internas provocaban daños en mis pies, y es que siendo realistas, no están diseñadas para este uso.

Admiro enormemente a los que corren con huaraches y Five Fingers, ambas opciones me parecen estupendas y súper cómodas, pero aun no estoy preparado. Siento sana envidia cuando me los cruzo en las carreras avanzando con tanta habilidad. Es mi próximo reto.

Raro es el día que salgo a correr y no me cruzo con alguien que pregunte con curiosidad cómo me va. Otros me muestran su admiración por el desafío, y unos pocos me fustigan con mil y un argumentos sarcásticos a favor de las bondades de la zapatilla amortiguada. Mi respuesta siempre es la misma: que cada uno corra como quiera, como le dé la gana. Y así volvemos a la idea con que daba comienzo esta reflexión con la que hoy os tormento. Lo importante no es quien posee la razón si minimalistas o maximalistas, si fue primero el huevo o el minimalismo, la gallina o el tacón; sino como corro mejor, y mejor no significa con más velocidad, sino MEJOR en el sentido más amplio de este vocablo, algo que encontré cuando me quite las “zapatillas de tacones” para correr.