Los minimalistas/descalcistas defendemos que hay una técnica correcta, una forma de correr para la que nuestro cuerpo está diseñado. Esa técnica, esa forma de correr, supone un patrón de movimientos coordinados, y el mejor coordinador es nuestra respuesta refleja a las entradas sensoriales, tanto externas (tacto del pie) como las internas (propiocepción).
Esta respuesta refleja ha sido cableada y optimizada durantes unos cuantos millones de años por la evolución de nuestra especie y, obviamente, lo ha hecho sin zapatillas. En el momento que una zapatilla interfiere en este delicado mecanismo, nuestro sistema reflejo se está perjudicando, haciendo más difícil esa coordinación. Y cuanto más ‘maximalista’ sea la zapatilla, mayor será la interferencia. Una zapatilla con amortiguación engaña a nuestro sistema sensorial haciéndole creer que estamos pisando un terreno blando e inestable, cuando la realidad es que estamos pisando el duro asfalto.
Nuestro sistema motor es un sistema complejo, y como cualquier sistema, cuando lo usas mal o abusas de él, se estropea. Una mala técnica es un mal uso del sistema que acaba por estropearlo. Una mala técnica aplicada durante kilómetros y kilómetros es un abuso del sistema que acaba por romperlo. Sin embargo, si el sistema se usa tal y como indican las instrucciones, es decir, con una técnica natural y adecuada, puede garantizar su funcionamiento durante kilómetros y kilómetros.
En el artículo se propone un ejemplo simplificado que evidencia esa falta de comprensión de la filosofía detrás de correr descalzo/minimalista/natural. Dice:
“Pónganse en el caso de todos los días dar tres martillazos en una barra de acero sobre el mismo punto: no se romperá (o difícil es que se rompa) pero la marca va quedando, se abollará y poco a poco se desestructurará. Ahora trasladen ese ejemplo a un hueso duro como es la tibia, por no hablar de un hueso más endeble como son los metatarsianos.”
Este ejemplo no tiene en cuenta una diferencia importante entre nuestro cuerpo y el acero: nuestros tejidos se regeneran, el acero no. Cada vez que realizamos un esfuerzo, y más si es en forma de ejercicio de impacto, se producen microlesiones. La clave para que estas microlesiones no se conviertan en lesiones serias está en la capacidad de regeneración de nuestro cuerpo. Con una mala técnica es fácil que el ritmo al que producimos microlesiones supere a la capacidad de regeneración de nuestro cuerpo, causando problemas a largo (y no tan largo) plazo, u obligándonos a dejar unos tiempos de recuperación grandes entre entrenamientos. Con una buena técnica el ritmo al que se producen estas microlesiones es bastante menor, dejando un buen margen de trabajo a nuestra capacidad de regeneración. Cuando estamos usando correctamente las piezas de nuestro sistema motor, cada músculo, cada tendón y cada hueso reciben la carga de trabajo para la que están preparados y por lo tanto es más difícil que se rompan.
Para finalizar, y a modo de resumen, os dejo un artículo para vuestro sentido común La importancia de correr descalzos.
No me he podido resistir a comentar esta linea «esguinces por falta de sujeción del pie». Jajajajaja. Yo corro orientación, y antes de ser minimalista, todas las carreras acababa con un par de torceduras, hasta el punto de correr las carreras, «por defecto», con tobilleras rígidas. Ahora ya no sé donde están las tobilleras, y no recuerdo una solo torcedura, y serán 6 años ya…
Yo siempre me he preguntado qué diferencia hay entre unos pies descalzos y las manos, las cuales siempre usamos «desnudas» y más aún cuando veo a escaladores de roca usar dichas manos con una fuerza descomunal…..