Son las 8 de la mañana y las condiciones externas invitan a quedarse en la cama. Hace frío, pero no tengo sueño. La inquietud de la mente me espabila rápidamente y me levanto intentando hacer el mínimo ruido. Preparo el desayuno. Algo rápido, una infusión, un trozo de pastel de almendras con batata y algún que otro dátil. Mientras, mi cabeza sigue dándole vuelta a lo aprendido en el día anterior: ejes, planos, músculos y demás estructuras que componen y dan movimiento a una de las partes más desconocida y que menos interés ha despertado hasta el momento: el pie.

En esto me encontraba cuando suena el móvil, son las 10:00 y la llamada de Titín me recuerda que volveré a llegar tarde. Sin duda uno de mis peores defectos, que me prometo corregir para el 2014. Ya en el coche sigo dándole vueltas al asunto del pie poniendo puntos en común con Titín, hasta tal punto que cansamos a Rafi «todo eso está muy bien, pero dejarse de tanta teoría y llevarlo a la práctica». Cambiamos de tema y empezamos a hablar de la carrera, running extremo, ¿en qué consistirá exactamente? Ninguno sabemos a que nos enfrentamos. Isaac, que ya está en el recinto de la carrera recogiendo los dorsales, nos da detalle del circuito. Incluye cruzar un arroyo, coches, subir una tapia, y muchas más pruebas de esas que vemos en la tele y que tanto gustan a los chinos. Para nosotros será como hacer animalismo.

Al llegar, el viento -frío y molesto- me quita el ánimo, el momento de la salida se acerca y apenas siento motivación por correr. Lo único especial es que hay una clasificación por equipo y creo firmemente en las posibilidades de mis amigos, los he visto hacer animalismo y correr campo a través con una soltura digna de admiración, son auténticas máquinas.

Yo sigo con un poco de desánimo. Acurrucado en el chaquetón lanzo pensamientos y preguntas al viento, esperando que mis compañeros contesten algunas de ellas. Realmente son los miedos que en esta ocasión me ha dado por airearlos públicamente. Ellos se mantienen firmes, hablando poco, por la cabeza no se les pasa no correr. Titín, quizás un poco cansado de mis lamentos, me da la única respuesta que no esperaba recibir «si no lo tienes claro, no corras». En mi interior me repito su comentario -¿qué no corra? ¿me lo dice en serio? ni hablar-. Mi respuesta me da ánimo, «en el momento que me ponga el dorsal, me transformo».

Entre pensamientos y nuevos datos sobre la carrera -un amigo de Titín nos comenta que hay que saltar desde una plataforma a una alberca con 2 metros de profundidad y nadar hasta la orilla- nos cambiamos y esperamos el momento de la salida comentando los disfraces de algunos de los participantes, hay un premio especial para el mejor disfraz.

Mientras, la organización ameniza la espera con música y dos chavalas hacen aerobic en lo alto de un escenario. Rafi y Titín dan algunas carreras calentando, Isaac está terminando de cambiarse y yo doy saltitos en el sitio al ritmo de la música. Nos colocamos en la misma línea de salida con la idea de salir rápido y evitar la aglomeración en las pruebas. Rafi sale el primero y rápidamente nos saca a todos una distancia considerable. Corre a un gran ritmo y nadie le recorta distancia. Veo a Isaac y Titín, y les comento que Rafi va en cabeza. En esto que acelero y me pongo cerca del grupo que persigue a Rafi. Estamos más de un kilómetro corriendo por asfalto hasta que llegamos al campo de pruebas, donde nos reciben los muertos vivientes, que nos arrojan vino, y un par de personajes que intentan impedirnos el paso. Cuando alcanzo a Rafi me relajo mentalmente y me falta intensidad para superar los obstáculos: albercas de 2 mts profundidad, campo de neumáticos, obstáculo de coches, campo de barro, tuberías arras del suelo, vallas de 5-6 mts, etc.

No las recuerdo todas, ni el orden, pero la impresión del primer salto en la alberca de 2 metros la recordaré durante tiempo: me corta el cuerpo y me produce un malestar que gracias a la adrenalina del momento se pasa pronto. Una vez que salimos del campo de los obstáculos con las pulsaciones al máximo, toca la telaraña (una estructura de cuerdas que se cruzan y evitan el paso), cruzamos un puente, nos arrastramos por el suelo al estilo militar durante unos 10-15 metros y tenemos que cruzar el arroyo con el agua casi por la cintura. Siento como los dedos de los pies se entumecen. Menos mal que llevo las Breatho Trail Vivobarefoot con un amplio toebox.

Ahora toca correr durante unos kilómetros, donde aumento el ritmo y empiezo a superar corredores con facilidad. Rafi está muy cerca. Cuando estoy a punto de alcanzarlo veo que hay que superar una tapia de más de 2 metros, que él supera con gran facilidad. Doy un tímido salto y apenas me quedo colgado con la punta de los dedos, suelto y el voluntario encargado de controlar la prueba comenta que nos podemos ayudar entre nosotros. Un corredor que llega me ofrece las manos que utilizo como escalón, subo y desde arriba le ofrezco las manos, sólo se agarra a una, intentar hacer fuerza, pero me dice que no puede. Me inclino hacia abajo todo lo que puedo para que se pueda coger a las dos manos, las agarra e intenta tirar, pero suelta y dice que no puede. Son décimas de segundo buscando solución, me propongo a bajar y ayudarle a subir desde el suelo, por mi mente no se me pasa abandonarlo, pero un corredor llega y le ofrece las manos para que ponga el pie y las utilice como escalón. Controlada la situación me deslizo por la curva que forma el obstáculo. Está pintado con grafitis, estamos en un parque para patinar. De nuevo toca correr. Me concentro en la técnica de carrera.

Rafi con su camisa naranja me sirve de referencia, ahora esta lejos. He perdido mucho tiempo en la prueba de la tapia y muchos de los corredores que antes había dejado atrás de nuevo me sacan ventaja. Estoy totalmente desorientado, no sé cuánto queda y que gestión de las fuerzas tengo que hacer. Empiezo a aumentar el ritmo con cautela y alcanzar a corredores. Después de un buen rato corriendo cogemos la misma senda que al principio. Lo que me queda lo conozco, reprogramo la fuerzas y doy un pequeño tirón.

Delante llevo a dos corredores que parecen americanos, uno de ellos está aumentando la velocidad y le grita a su compañero palabras como “spirit, force”. Al escucharlas, y sin saber por qué, me sale la honrilla española. Las novelas históricas de Reverte y compañía ejercen su influencia. Mastico palabras que me dan ánimo y me acerco superando a uno de los americano que se queda atrás.

De nuevo nos esperan los muertos vivientes, el par de personajes que nos impiden el paso y antes de entrar en el campo de pruebas tenemos que cruzar el arroyo. Esta vez es más fácil, prácticamente se puede seguir corriendo. Entramos de nuevo en el campo de pruebas. Los saltos a la alberca no tardan en llegar, en esta ocasión (ya con la lección aprendida) intento coger carrerrilla para llegar lo más lejo posible con el salto. De esa forma saldré antes del agua. En el segundo salto, la mano golpea algo duro, parece madera, por un momento temo tener algún corte, pero todo queda en un susto.

Progreso rápidamente por los obstáculos, todavía me queda fuelle, y supero al otro americano. La meta está cerca y esprinto los metros finales. Justo en la línea de meta se me cae el dorsal que llevaba colocado en la espalda, lo recojo, veo a Rafi, lo saludo lleno de alegría intentando recuperar el aliento. Al poco vemos a Titín que está con las últimas pruebas, llega Isaac.

El speaker no deja de animar a los corredores. Varias veces hace referencia a que un grupo de marines americanos están corriendo la carrera. Mientras nos hidratamos, avisa de que una atleta ciega está realizado las pruebas. El momento en el que atraviesa la meta es muy emotivo, viene agarrada del brazo de un acompañante. Recibe una gran ovación. Por un momento se me eriza la piel y siento admiración por lo que acaba de realizar. La imagen se me queda grabada en la mente.

Una vez cambiados, revisamos la clasificación. Individualmente estamos muy bien colocados, ocupado las posiciones 4º, 8º, 33º y 41º, pero nos llevamos la mala noticia de que a Titín lo han inscrito como independiente, los equipos lo deben formar 4 corredores. ¿pero si él realizó la inscripción? ¿cómo es que estamos el resto como Trimar-ZaMi? Buscamos al responsable de la carrera y todo queda rápidamente arreglado. La alegría nos vuelve a inundar. Hemos conseguido el primer puesto por equipo.

Trimar-ZaMi 1º running extremo

Podéis ver todas las fotografías visitando el Album

Hoy día 6 de Diciembre ha fallecido Nelso Mandela y en su memoria, y como ejemplo de su figura, sirva el texto que entregó al capitán del equipo de rugby Sudafricano en la final del Campeonato Mundial de Rugby 1995.
Se titula ‘El hombre en la arena’ y forma parte de un discurso que Theodore Roosvelt hizo en la Sorbona de París en 1910. Dice así:
«No importan las críticas; ni aquellos que muestran las carencias de los hombres, o en qué ocasiones aquellos que hicieron algo podrían haberlo hecho mejor. El reconocimiento pertenece a los hombres que se encuentran en la arena, con los rostros manchados de polvo, sudor y sangre; aquellos que perseveran con valentía; aquellos que yerran, que dan un traspié tras otro, ya que no hay ninguna victoria sin tropiezo, esfuerzo sin error ni defecto. Aquellos que realmente se empeñan en lograr su cometido; quienes conocen el entusiasmo, la devoción; aquellos que se entregan a una noble causa; quienes en el mejor de los casos encuentran al final el triunfo inherente al logro grandioso; y que en el peor de los casos, si fracasan, al menos caerán con la frente bien en alto, de manera que su lugar jamás estará entre aquellas almas que, frías y tímidas, no conocen ni victoria ni fracaso».

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.